miércoles, 9 de diciembre de 2009

El finde aquél de las narices III y ya

Cenamos una pasta hecha con amor y mala uva, pero sosa de narices. Todos comen diciendo que está buenísima. Así me gusta, que no se queje nadie.
Después de la cena, A. y K. van a preparar unas caipiriñas para todos. Y. va detrás de A. a la cocina, no la deja en paz ni un segundo, pero a mi ya me va bien que se me despegue un rato, así puedo volver a colocarme los tímpanos en su sítio y dar una bocanada al cigarro sin tener que forzar una sonrisa por un chiste absurdo y sin gracias. Vamos, por un NOchiste.
Oigo risas de los tres, y A. sale a traerme una de las primeras caipiriñas que preparan. Me pone los ojos en blanco. Lo sé, nena, lo sé. Viene Y. detrás con las tablas para chorizo y las acuarelas.
Pequeño inciso: El viernes, cuando llegó a casa, nos enseñó dos tablas de cortar chorizo con las que tenía pensado que hiciéramos manualidades los cuatro. Su idea era dibujar un corazón y no sé qué más, y pegar fotos a mitad y mitad del órgano, pero de manera que se pudieran cambiar si algún dia fuera menester. Yo no sé si fueron los porretes o la cerveza, pero cuando nos lo contó, lo cierto es que nos entró una risa incontrolable, así que decidimos hacerlo. Después de un par de generosos sorbos a mi copa, voy a por un lápiz y me pongo a dibujar. Pinto y coloreo. Yo sola. A. y K. están en el sofá con las manos y la boca ocupadas, Y. me mira y va diciendo de vez en cuando como cree que lo tengo que hacer. Lo que tenía que ser un juego de cuatro se convierte en "vamos a darle por saco a la morena, que parece que no aprende". Pinto medio corazón con acuarela de los chinos, sudando lágrimas de sangre, Y. decide que hay que hacer algún otro dibujo en la tabla porque ninguno tenemos foto disponible (cosas que pasan). Con el lápiz hace la silueta de un gato, Vale. Pués yo pinto una mariquita, que me gusta más. Él decide ponerle los puntitos al caparazón de mi mariquita indicando a su vez que el rojo que he escogido para el corazón no es el que hubiera escogido él. Pfffffff. Mentalmente le arranco las uñas con alicates, pero físicamente lo único que se nota es el tic nervioso del ojo.
Doy por terminado mi dibujo con medio corazón en rojo, una mariquita medio rosa con puntitos marrones y un gato negro. Que es un gato porque lo dijo él, las cosas claras, ¡eh! El muchacho decide pintar la otra parte del cortazón y se lía con las acuarelas. Lo veo pelear con una brocha de pelo de rata en unas pinturas de plástico blando y me enternece. Es como un niño en el jardín de infacia. Me levanto a por un mini maletín de maquillaje y le dejo una brochita perqueña y le señalo los pintalabios, que seguramente irán mejor que las sombras. Me mira agradecido (o eso me parece, vaya). Por no estar con la vista perdida en la tele o interrumpir la sesión de "yo más" del sofá, cojo un pincelito y me dedico a pintar de azul el fondo de la tabla. Resultado final: horroroso. Pero está colgado en el salón de A., para que cada vez que me cruce con ese esperpento me entre el tic y saque alguna lección del fin de semana.
La pareja melosa decide irse a la cama. Yo me sirvo un combinado de tequila y sigo a Y. al despacho a escuchar algo de música. Un par de canciones y nos emocionamos un poco más de la cuenta. Así, de repente. Y se separa de mi y me dice que no quiere seguir, que hoy no va a haber alegría pal cuerpo.
Hijodemilfrutas. Me levanto, cojo mi copa, me dirijo a la ventana y la abro de par en par. Todo ello con una sonrisa en los labios. Si sólo me sirves para una cosa y ahora quieres dominarme con ella, es que no me conoces, chaval. Me quito los pantalanos diciendo que así de me pasará el calor, y me apoyo en la ventana, copa en mano y culo en pompa. Cullote divino de la muerte a media nalga. Se levanta y me abraza por detrás. Le separo y digo que tenía razón, que a mi tampoco me apretece sexo. Ojiplático, se sienta y pone una canción que me apetece bailar. Lo hago. Vale, igual los movimientos de cadera era un poco más exagerados de lo que requería la canción, pero si me apetece bailar, pues lo hago. Ea. Y. no me quita los ojos de encima, y cuando termina la canción, le doy la vuelta a la silla y me siento a horacajadas. Vas a sufrir, chico. No sabes lo mala que puedo llegar a ser.
Y acerca un poco su silla y hace el ademán de darme un beso. Subo un pie hasta su pecho y una bota le impide acercarse más. Me mira pícaro. Aún no ha aprendido la lección. Pone una canción sensual como pocas, me coje de la mano para que bailemos. Cuando termina la música, le noto el ritmo acelerado y una erección del mil.
Le digo que es hora de irnos a dormir. Pijama, desmaquillaje, lavado de piñata y a dormir como los buenos. Tú lo has querido.

Por la mañana oímos risas en la habitación de al lado. El muchacho empieza a llamar a A. a gritos. K. le chista. Me levanto a hacer café y pongo música, a ver si así lo entretengo y deja de molestar. Joder, pero qué cansada estoy.
Me pongo a recoger la casa solo por no oír las mil y una tonterías que no sabía que alguien era capaz de articular con resaca y dolor de huevos. Parezco la mujer de don Limpio, bayeta en mano por todo el salón. Y. me mira desde la puerta y me sigue hablando. Me sigue por toda la casa dándole al pico.
Finalmente me tiro en el sofá, deseando que caiga un rayo y me fulmine. A mí y solo a mi, que no tengo fuerzas ni para desearle algo malo a otro.
A. sale de la habitación. Dice que mientras se duchan podría ir haciendo la paella para comer. Rebufo, pero lo hago, tengo que estar ocupada para contener las ganas de matar.
Mientras hago el sofrito, Y. dice que en su casa no se hace así. Le enseño los dientes y mira para otro lado.
Cuando, unos minutos después de dejar dorarse la base y los pescaditos, añado el arroz, Y. me dice que su padre no lo hace así. Me callo y con la cuchara de madera descabezo gambas en plan ninja.
Me quedo corta de caldo, el arroz sigue duro (siempre me pasa) así que deshago una pastilla de avecrem en un bol con agua y lo meto en el micro. Luego se lo añado a la paellera removiendo para que se reparta el agua Y. me dice que la paella no se remueve nunca jamás. Le pregunto si hace muchas paellas y me contesta tan pancho que está harto de ver como las hacen en su casa. Le replico que no es lo mismo mirar desde el sofá que hacerla uno mismo.
El arroz sigue duro y corto de agua. Se pasa A. por la cocina y le pido la opinión. Me confirma que mejor ponerle un poco más de líquido o lo usamos para cementar. Lo hago. Y. rebuzna desde un rincón y yo pido que me pongan algo de alcohol para soportar el domingo.
Me parece que la comida se está pegando. Remuevo. Y. comenta que mi manera de hacer arroz le está dango grima. Le tiendo un panfleto del telepizza alegando que no quisiera yo envenenarle. Me muerdo la lengua por decir mentiras.
Me sirvo otra cerveza, y le pido a Y. que no aparte la mirada de la comida mientras voy a hacer algo que me urge muchísimo. Añado que por favor no deje caer ceniza en la comida, porque cuando coge el cucharón con una mano y tiene la cerveza en la otra, lleva el cigarro en precario equilibrio entre los labios.
Me cuelo en la habitación de A., y de rodillas le suplico que me acompañe a la estación con el coche, que si tengo que pasar una hora entera encerrada en el metro con el niño de la bufeta enana, más le vale tener preparados los papeles para el ingreso voluntario en el loquero. Accede, pero me chantajea diciendo que le tendría que decir a Y. que mejor nos dedicábamos a cultivar sandías y por separado, que lo de pasar más de dos minutos bajo el mismo techo no era lo mejor para mi estabilidad emocional y mental.
Por supuesto le digo que sí, pero luego hago lo que me sale de ahi. (Tendría que haber escuchado sus sabios consejos... ainssss).
Vuelvo a la cocina y aparto con el calcetín una colilla, mirando con cara de póker al muchacho. Parece que no se da cuenta de nada. O eso o mejor me meto a actriz, poque se ve que se me da D.P.M.
Y. pone la mesa (exactamente como el otro día), mientras apuro mi cerveza y le doy los últimos toques al arroz. Comemos. El arroz está un poco duro, pero le faltó relamer el plato. Suerte que le daba grima, sino no nos come hasta el salvamanteles.
Después de comer, me repeino y nos vamos los cuatro a la estación. Le pregunto a qué hora sale el tren y me dice que cree que a las cuatro menos cinco. Miro mi reloj y son las 15:45. Tenemos menos de diez minutos para hacer un trayecto de 35. Como se le escape el puto tren voy a suicidarlo, lo juro.
Llegamos a la estación a las cuatro y cuarto, bajo de un salto del coche arrastrando a Y. conmigo y dejando a A. y K. con el coche en medio de un carril, interrumpiendo el tráfico. Lo importante es facturar el paquete, si hay multa ya nos encargaremos de eso luego.
Arrastro al muchaho hasta dentro, le pregunto por el andén y se para en el uno. Me extraña y le pregunto que si está seguro. Contesta que en su pueblo siempre es el uno. Algo se ha roto en mi cabeza, oigo un clic y un mecanismo en marcha. Lo arrastro durante media estación hasta las taquillas, miramos el andén y nos despedimos con un pico casto. Ea, sonrío aliviada.
Me doy la vuelta para irme y aquello empieza a pitar. Me giro y veo que la máquina no le coge el billete y él se lía a porrazos con el bichejo.
Le grito que en Atapuerca igual le funcionaba, pero que era mejor, en los años que corren, que pasara por taquilla a validar el billete. Él se ríe y dice que sí, que será mejor. Como no me fío un pelo, le acompaño y me aseguro bien de que entre, esta vez sin castañazos al mobiliario. Se para al otro lado del metacrilato y me dice que lo voy a echar de menos, y que en diez minutos me pondré a llorar.
En una cosa acertó. Lloré, pero de alegría.

Y esto sería el final, pero debo añadir un sms que me llegó al dia siguiente, transcribo omitiendo partes demasiado vergonzosas: "Me falta un trozo de corazón, me lo has robado tu, amor."
Respondo: "Mírate bien los bolsillos, que yo no tengo nada. "


The End.



Y no necesitamos trolls dando por culo, gracias.

5 comentarios:

Asbeel dijo...

Jajajajajaja.

¿Y te quejas de tu mala suerte con los hombres? Como todos sean iguales, estás condenada a pasar la vida en prisión... porque está claro que acabarás matando a alguno :P

Eso sí, me apunto la contestación a la frase "me has robado ..."

Muahahaha!

chapete dijo...

juasjuasjuas!!!!


Me parto, me parto!!!


La situación esa de que va a perder el tren....me lo estoy imaginando....capaz eres de subirlo en marcha de un empujón!!!

SolteraB dijo...

Qué rápidos sois, cabritos!!

@Asbeel: Para que veas que siempre me quejo con fundamento... O casi... Bueno a veces... Qué me estás liando!!! Y si quieres más frases cabronas, has acudido a la fuente correcta!! Muxu!!

@Chapete: De un empujón? Qué delicado!! Si se escapa el tren soy capaz de "empujarlo" a las vías y sujetarle con paciencia hasta que llegue un tren con destino su puto pueblo, y que le pase por encima. Aix, pero qué vengativa soy! Un besicu!

MidnightSong dijo...

La verdad es que hubiera sido una putada que hubiera perdido el tren. Igual te hace esperar con él hasta el siguiente o ... peor aun!! igual te dice que se queda hasta el del día siguiente!! XDDD

Anda qué ... te buscas compañía que no está a la altura y luego pasa lo que pasa!! ;-)

Para la próxima pide referencias o que tenga label de calidad!! jeje

Anda, anda ... tampoco el mundo está tan repleto de cretinos. Seguro que a la próxima va mejor (a la próxima pero con otro, claro).

Besotes!!!

SolteraB dijo...

@Mid: Quieres hacerme de filtro??? Porque está clarísimo que yo no tengo buen ojo.
El próximo tiene mejor pinta. Ya os contaré, jajajajaj! Besotes!