lunes, 28 de diciembre de 2009

Parece que esta casa está abandonada

Viendo que, a las dos solteras con las que compartía este pisito les suda el forro de los cojones la página, que lo mismo les da que se escriba que que se cambie el color, que se la sopla todo, he decidido que iba a dejar mi jornada laboral a medias, arriesgando mi cuello (que está en la cuerda floja, que se sepa) para venir a gritarles.

Pero en algún momento entre logarme y teclear, he decidido que realmente lo que me apetece es desearos a tod@s felices fiestas (sí, ya sé que es un poco tarde) y enviaros mis mejores deseos para este año que empieza.
Yo, por mi parte, estoy deseando enterrar el 2009 (porque sigue sin haberse inventado el botón de "delete") y empezar con ganas el 2010.

Tengo cosillas que contaros, unas divertidas otras para dar llantera, pero eso será el año que viene, que por mi, lo que queda de este año de mierda (con permiso) pretendo pasarlo de puntillas y sin hacer demasiado ruido.

Besos, y nos vemos en Enero.
No seáis buenos.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

El finde aquél de las narices III y ya

Cenamos una pasta hecha con amor y mala uva, pero sosa de narices. Todos comen diciendo que está buenísima. Así me gusta, que no se queje nadie.
Después de la cena, A. y K. van a preparar unas caipiriñas para todos. Y. va detrás de A. a la cocina, no la deja en paz ni un segundo, pero a mi ya me va bien que se me despegue un rato, así puedo volver a colocarme los tímpanos en su sítio y dar una bocanada al cigarro sin tener que forzar una sonrisa por un chiste absurdo y sin gracias. Vamos, por un NOchiste.
Oigo risas de los tres, y A. sale a traerme una de las primeras caipiriñas que preparan. Me pone los ojos en blanco. Lo sé, nena, lo sé. Viene Y. detrás con las tablas para chorizo y las acuarelas.
Pequeño inciso: El viernes, cuando llegó a casa, nos enseñó dos tablas de cortar chorizo con las que tenía pensado que hiciéramos manualidades los cuatro. Su idea era dibujar un corazón y no sé qué más, y pegar fotos a mitad y mitad del órgano, pero de manera que se pudieran cambiar si algún dia fuera menester. Yo no sé si fueron los porretes o la cerveza, pero cuando nos lo contó, lo cierto es que nos entró una risa incontrolable, así que decidimos hacerlo. Después de un par de generosos sorbos a mi copa, voy a por un lápiz y me pongo a dibujar. Pinto y coloreo. Yo sola. A. y K. están en el sofá con las manos y la boca ocupadas, Y. me mira y va diciendo de vez en cuando como cree que lo tengo que hacer. Lo que tenía que ser un juego de cuatro se convierte en "vamos a darle por saco a la morena, que parece que no aprende". Pinto medio corazón con acuarela de los chinos, sudando lágrimas de sangre, Y. decide que hay que hacer algún otro dibujo en la tabla porque ninguno tenemos foto disponible (cosas que pasan). Con el lápiz hace la silueta de un gato, Vale. Pués yo pinto una mariquita, que me gusta más. Él decide ponerle los puntitos al caparazón de mi mariquita indicando a su vez que el rojo que he escogido para el corazón no es el que hubiera escogido él. Pfffffff. Mentalmente le arranco las uñas con alicates, pero físicamente lo único que se nota es el tic nervioso del ojo.
Doy por terminado mi dibujo con medio corazón en rojo, una mariquita medio rosa con puntitos marrones y un gato negro. Que es un gato porque lo dijo él, las cosas claras, ¡eh! El muchacho decide pintar la otra parte del cortazón y se lía con las acuarelas. Lo veo pelear con una brocha de pelo de rata en unas pinturas de plástico blando y me enternece. Es como un niño en el jardín de infacia. Me levanto a por un mini maletín de maquillaje y le dejo una brochita perqueña y le señalo los pintalabios, que seguramente irán mejor que las sombras. Me mira agradecido (o eso me parece, vaya). Por no estar con la vista perdida en la tele o interrumpir la sesión de "yo más" del sofá, cojo un pincelito y me dedico a pintar de azul el fondo de la tabla. Resultado final: horroroso. Pero está colgado en el salón de A., para que cada vez que me cruce con ese esperpento me entre el tic y saque alguna lección del fin de semana.
La pareja melosa decide irse a la cama. Yo me sirvo un combinado de tequila y sigo a Y. al despacho a escuchar algo de música. Un par de canciones y nos emocionamos un poco más de la cuenta. Así, de repente. Y se separa de mi y me dice que no quiere seguir, que hoy no va a haber alegría pal cuerpo.
Hijodemilfrutas. Me levanto, cojo mi copa, me dirijo a la ventana y la abro de par en par. Todo ello con una sonrisa en los labios. Si sólo me sirves para una cosa y ahora quieres dominarme con ella, es que no me conoces, chaval. Me quito los pantalanos diciendo que así de me pasará el calor, y me apoyo en la ventana, copa en mano y culo en pompa. Cullote divino de la muerte a media nalga. Se levanta y me abraza por detrás. Le separo y digo que tenía razón, que a mi tampoco me apretece sexo. Ojiplático, se sienta y pone una canción que me apetece bailar. Lo hago. Vale, igual los movimientos de cadera era un poco más exagerados de lo que requería la canción, pero si me apetece bailar, pues lo hago. Ea. Y. no me quita los ojos de encima, y cuando termina la canción, le doy la vuelta a la silla y me siento a horacajadas. Vas a sufrir, chico. No sabes lo mala que puedo llegar a ser.
Y acerca un poco su silla y hace el ademán de darme un beso. Subo un pie hasta su pecho y una bota le impide acercarse más. Me mira pícaro. Aún no ha aprendido la lección. Pone una canción sensual como pocas, me coje de la mano para que bailemos. Cuando termina la música, le noto el ritmo acelerado y una erección del mil.
Le digo que es hora de irnos a dormir. Pijama, desmaquillaje, lavado de piñata y a dormir como los buenos. Tú lo has querido.

Por la mañana oímos risas en la habitación de al lado. El muchacho empieza a llamar a A. a gritos. K. le chista. Me levanto a hacer café y pongo música, a ver si así lo entretengo y deja de molestar. Joder, pero qué cansada estoy.
Me pongo a recoger la casa solo por no oír las mil y una tonterías que no sabía que alguien era capaz de articular con resaca y dolor de huevos. Parezco la mujer de don Limpio, bayeta en mano por todo el salón. Y. me mira desde la puerta y me sigue hablando. Me sigue por toda la casa dándole al pico.
Finalmente me tiro en el sofá, deseando que caiga un rayo y me fulmine. A mí y solo a mi, que no tengo fuerzas ni para desearle algo malo a otro.
A. sale de la habitación. Dice que mientras se duchan podría ir haciendo la paella para comer. Rebufo, pero lo hago, tengo que estar ocupada para contener las ganas de matar.
Mientras hago el sofrito, Y. dice que en su casa no se hace así. Le enseño los dientes y mira para otro lado.
Cuando, unos minutos después de dejar dorarse la base y los pescaditos, añado el arroz, Y. me dice que su padre no lo hace así. Me callo y con la cuchara de madera descabezo gambas en plan ninja.
Me quedo corta de caldo, el arroz sigue duro (siempre me pasa) así que deshago una pastilla de avecrem en un bol con agua y lo meto en el micro. Luego se lo añado a la paellera removiendo para que se reparta el agua Y. me dice que la paella no se remueve nunca jamás. Le pregunto si hace muchas paellas y me contesta tan pancho que está harto de ver como las hacen en su casa. Le replico que no es lo mismo mirar desde el sofá que hacerla uno mismo.
El arroz sigue duro y corto de agua. Se pasa A. por la cocina y le pido la opinión. Me confirma que mejor ponerle un poco más de líquido o lo usamos para cementar. Lo hago. Y. rebuzna desde un rincón y yo pido que me pongan algo de alcohol para soportar el domingo.
Me parece que la comida se está pegando. Remuevo. Y. comenta que mi manera de hacer arroz le está dango grima. Le tiendo un panfleto del telepizza alegando que no quisiera yo envenenarle. Me muerdo la lengua por decir mentiras.
Me sirvo otra cerveza, y le pido a Y. que no aparte la mirada de la comida mientras voy a hacer algo que me urge muchísimo. Añado que por favor no deje caer ceniza en la comida, porque cuando coge el cucharón con una mano y tiene la cerveza en la otra, lleva el cigarro en precario equilibrio entre los labios.
Me cuelo en la habitación de A., y de rodillas le suplico que me acompañe a la estación con el coche, que si tengo que pasar una hora entera encerrada en el metro con el niño de la bufeta enana, más le vale tener preparados los papeles para el ingreso voluntario en el loquero. Accede, pero me chantajea diciendo que le tendría que decir a Y. que mejor nos dedicábamos a cultivar sandías y por separado, que lo de pasar más de dos minutos bajo el mismo techo no era lo mejor para mi estabilidad emocional y mental.
Por supuesto le digo que sí, pero luego hago lo que me sale de ahi. (Tendría que haber escuchado sus sabios consejos... ainssss).
Vuelvo a la cocina y aparto con el calcetín una colilla, mirando con cara de póker al muchacho. Parece que no se da cuenta de nada. O eso o mejor me meto a actriz, poque se ve que se me da D.P.M.
Y. pone la mesa (exactamente como el otro día), mientras apuro mi cerveza y le doy los últimos toques al arroz. Comemos. El arroz está un poco duro, pero le faltó relamer el plato. Suerte que le daba grima, sino no nos come hasta el salvamanteles.
Después de comer, me repeino y nos vamos los cuatro a la estación. Le pregunto a qué hora sale el tren y me dice que cree que a las cuatro menos cinco. Miro mi reloj y son las 15:45. Tenemos menos de diez minutos para hacer un trayecto de 35. Como se le escape el puto tren voy a suicidarlo, lo juro.
Llegamos a la estación a las cuatro y cuarto, bajo de un salto del coche arrastrando a Y. conmigo y dejando a A. y K. con el coche en medio de un carril, interrumpiendo el tráfico. Lo importante es facturar el paquete, si hay multa ya nos encargaremos de eso luego.
Arrastro al muchaho hasta dentro, le pregunto por el andén y se para en el uno. Me extraña y le pregunto que si está seguro. Contesta que en su pueblo siempre es el uno. Algo se ha roto en mi cabeza, oigo un clic y un mecanismo en marcha. Lo arrastro durante media estación hasta las taquillas, miramos el andén y nos despedimos con un pico casto. Ea, sonrío aliviada.
Me doy la vuelta para irme y aquello empieza a pitar. Me giro y veo que la máquina no le coge el billete y él se lía a porrazos con el bichejo.
Le grito que en Atapuerca igual le funcionaba, pero que era mejor, en los años que corren, que pasara por taquilla a validar el billete. Él se ríe y dice que sí, que será mejor. Como no me fío un pelo, le acompaño y me aseguro bien de que entre, esta vez sin castañazos al mobiliario. Se para al otro lado del metacrilato y me dice que lo voy a echar de menos, y que en diez minutos me pondré a llorar.
En una cosa acertó. Lloré, pero de alegría.

Y esto sería el final, pero debo añadir un sms que me llegó al dia siguiente, transcribo omitiendo partes demasiado vergonzosas: "Me falta un trozo de corazón, me lo has robado tu, amor."
Respondo: "Mírate bien los bolsillos, que yo no tengo nada. "


The End.



Y no necesitamos trolls dando por culo, gracias.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Resumen del finde más largo, raro y bla bla bla II

Me desayuno tres bañeras de café y decido parar, porque aunque no haya descansado demasiado por la noche y tenga el nivel energético bajo mínimos, el mal humor no solo no se me pasa a cafetazos, sino que además me dispara el instinto asesino.
Sentada en el salón, ronquidos varios hacen vibrar la cristalería que A. tiene expuesta en el mueble. Decido encender la caja tonta y dejarme sorber los sesos por cualquier cosa que vomiten. Zápping: 1.Peli más vieja que mi tatarabuela, 2.documental con un señor que no tiene huevos a suicidarse, por lo que decide dar por culo a los animales salvajes a ver si ellos le hacen el trabajo sucio (para mis adentros, cuando la ira me domina la parte racional, pienso que ojalá esa jirafa se confunda y lo descabece de un bocado, pensando que es un arbolito), 3. Programa amarillista sobre gente que tiene accidentes y sobrevive o no... (acceso de ira: a ver si el gilipollas del documental sale), 4. Programa sobre grandes presas y su construcción... Si, eso es lo que me apetece ver los sábados por la mañana, pueblos inundados y niños desnutridos, porque sus padres son unos obreros mal pagados... Apago la tele. Otro café. Cigarro, y sesión de autorelax.
Me digo en voz alta: "Soy una nube de fresa y melocotón que mola mogollón" "Practicar el arte del resbalismo me serenará: soy una piedra del río, el agua me pasa por encima, y todo me resbala, toooooodo me resbala".
La música suena por casa a toda mecha. Si Y no se despierta solo y no despega a la de ya ese culo peludo de la cama de A, le voy a proporcionar una ayudita extra, como buena loquesea que soy. Ummmm... Tres canciones y no veo movimiento procedente desde el fondo del pasillo... Y van a dar las dos...
Me canso de esperar, sé que la paciencia no es uno de mis fuertes así que decido tomármelo con calma y me siento en el ordenador. Acto seguido subo a toda castaña el volumen, me levanto de nuevo y me pongo a dar saltos por el pasillo. En plan loca, que si me ve, se acojone.
El plan funciona a medias. Se levanta, me ve, sonríe... pero me coge de la mano, me acaricia le mejilla y me dice que soy adorable. Mierda.
Me voy a la ducha, a ver si me relajo, que me estoy portando como una cría. En cero coma ya no estoy sola en el baño. Me cambia la temperatura del agua con el monomando, diciendo que quema. Ya no aguanto.
- ¡Pues te esperas tu turno para ducharte, cojones!... Bueno, eso hubiera dicho de no ser porque la ducha es un lugar traicionero entre tanta agua y espuma, que si te froto que si me frotas.... Pos na, alegría pal cuerpo.

Y quita la música y se enciende la tele. Digo en voz alta que voy a hacer algo de comer. Sin mirarme siquiera suelta que mejor, que tiene hambre. Ala, tan bien que estaba y ya vuelvo a estar que trino. Me voy a la cocina y preparo dos hamburguesas con una ensalada. Devora el plato sin mirarlo y eructa. Lo miro con cara de "joder, tío" y sonríe. Qué orgulloso está de su hazaña. Ala, pues que te aproveche, chico.
Friego los platos, me vuelvo al sofá y ni veo lo que hay en la tele. Y está en la misma postura que lo dejé 20 min antes, solo que ahora hay ceniza en el sofá y en sel suelo. Pues vale. Sacudo, recojo y me siento. Se respira el cabreo que me suda por los poros, pero parece que nadie se da cuenta.
Al rato de estar tumbada, tapada con la mantita y con la mirada perdida más allá de la tele, Y se acerca y se interesa por la cara rara que llevo desde la hora de comer. Vamos, haría unas dos horas y media... Cuando abro la boca para contestar, se pone tonto, se me tira encima y me lía. Ea, alegría pal cuerpo. Pos vale.
Un ratito más tarde, después de pasar por la ducha y vestirme, me acicalo para bajar a dar una vuelta y comprar cuatro cosas que nos hacen falta para cenar, que hoy A. se trae a K. para la presentación en sociedad. Y me dice que no le apetece bajar. Le digo que llevamos todo el día encerrados en casa, que no viene mal un poco de aire. Que si, que no, que si, que no. Aaarrggghhh!!!! Vale, punto intermedio: vamos los dos a comprar y ya tomaremos algo en casa. jooooerrrr....
Lo del súper mejor no lo cuento. Solo un par de pinceladas: Lo que llevas es una cesta de la compra, no una miniatura del coche de Alonso, por lo que no hace falta que te vayas chocando con todo, haciendo ruidos raros con la boca y haciendo eses entre las señoras mayores para derrapar al lado de la caja. Guardo la compra mientras él se fuma un cigarro mirándolo.
Llevo 36 horas sulfurada, pero no quiero ser borde ni antipática. Pienso que (por supuesto) es la última vez que nos vamos a ver, que disfrute del fin de semana y que ya me saldrá la urticaria el lunes.
Llegan K. y A. a cenar. Se acaramelan un poco en el sofá. Me levanto a hacer la cena y Y. pajarea por casa, dando voces en el comedor y por culo en la cocina. Le pido que me ponga una cerveza y que, por el amor de Ra, se ponga él algo. Y que se lo beba rápido y se sirva diez o doce más. Bfffffff.
Pone la mesa a regañadientes, pero él insiste en decir que lo hace a escondidas para que yo no le regañe. Claaaaroooo. Me encanta a mi tener un ojo en el sofrito, otro en la cocción de la pasta, una mano en el cajón de los cubiertos y la otra en la cerveza. Creo que del estrés me ha salido un tic nervioso, pero él piensa que le guiño un ojo y me da un palmada en el culo. Repito por enésima vez que mi culo no es un puto tambor.
Cuando logro sentarme a la mesa, me siento más agotada que si hubiera acompañando al puto Frodo todo el jodido camino y varias veces.

Post más largo... Ever!!
Ala, que ya si eso sigo otro dia. Porque sí, da para más, señoras, señores y Wata.